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La felicidad más infeliz

Aldous Huxley fue un escritor británico, autor de Un Mundo Feliz, que también realizó más de 50 libros, entre los que encontramos poesía, ensayos, teatro y novelas. De estas últimas destacan, además de la ya mencionada, Limbo, Los escándalos de Crome y Ciego en Gaza, entre otras.

Un Mundo Feliz es su obra más singular e importante que, debido a la visión sociológica y tecnológica del mundo futurista que nos muestra, llegó al punto de crear una controversia alrededor que aún en la actualidad se cuestiona. ¿Utopía o distopía? ¿Sería este un mundo ideal para un científico en la actualidad?


En esta historia contamos con tres protagonistas: Helholmtz, John y Bernard Marx, siendo el que más peso tiene en la misma este último. Los tres son lo denominado Alfas, la clase social más alta de la sociedad que se nos presenta. Pero, aún así, Bernard no es un Alfa satisfecho, ya que tiene graves conflictos morales y escasa autoestima, que son causados, entre otras razones, por su altura, que es inferior a la del resto de su clase.


Para obtener los individuos clasificados, el desarrollo natural de los fetos es intervenido y así se les adapta a la vida que se les ha asignado. Los embriones son seleccionados y se les otorga una clase social. Las clases sociales pueden ser: Alfa, Beta, Delta, Gamma y Épsilon, en el mismo orden del alfabeto griego, siendo Alfa, como ya se señaló anteriormente, la más alta, y Épsilon la más baja. Se les inculca una educación moral a través del sueño, no poseen religión ni sentimientos como el amor. Tampoco existe el arte para ellos ya que estas cosas alterarían el perfecto equilibrio emocional de los individuos creados de manera milimétrica. Como consecuencia a todas estas alteraciones no existe la guerra, el hambre o la pobreza.


Alfa y Beta, no realizan trabajos de esfuerzo físico y tienen mayor tiempo libre. Las demás son las clases trabajadoras, que van realizando oficios cada vez peores, más costosos, llegando al punto de insufribles a medida que avanza la letra que les es asignada. Las clases más bajas son sometidas a experimentos tanto científicos como sociológicos, incluida la técnica que es denominada como Método de Bokanovsky. Esta sirve para amplificar la capacidad de los óvulos provocando que un óvulo sea capaz de tener 96 embriones, todos idénticos y por consiguiente, milimétricamente controlados.


La novela nos sumerge profundamente en esta historia compleja, describiendo y desarrollando a cada paso el funcionamiento de esta sociedad impuesta. En el transcurso de la primera mitad del libro, nos presentan de manera inicial a Bernard, mediante el cual podemos echar un vistazo al nuevo mundo. Su mentalidad y personalidad tan apartada de la estándar, previamente inducida de la forma más artificial posible, lo hace un individuo anómalo que sumado a su escasa estatura lo convierten de manera rotunda e inminente en un espécimen defectuoso para el resto de la sociedad perfecta y feliz.


Bernard es un cuestionador, un analista y observador de la vida, un rebelde, que pone en duda la forma de institución de esa sociedad. La separación de clases, el método educativo, los trabajos, las guarderías tan automatizadas que son más que un centro de análisis y adiestramiento continuo. La forma tan desesperada de exigir e imponer una desvinculación del sexo anulando la capacidad reproductora para no perder el control de ese nuevo estatus. La sociedad en la que vive Bernard posee algunos avances científicos que pagan con su sumisión y la carencia de la libertad, tanto en pensamientos como en opiniones propias. No pueden elegir donde vivir, ni si formar o no una familia.


Otro punto de vista de cómo es esta extraña sociedad controladora, dictatorial, científica, experimental y fría, la obtenemos cuando aparece Lenina de la mano de Bernard. Ellos se van de viaje a una reserva salvaje donde habitan los contrarios al sistema, en una zona apartada de la civilización donde estos viven como seres humanos, prácticamente de la antigüedad para ellos. Allí se encuentran con Linda, una madre soltera Alfa, que ha criado a su hijo John sola. Una mujer luchadora y pobre, una mujer que lo ha dado todo por su hijo, del cual quedó embarazada por accidente y que, viéndose incapaz de acceder a las técnicas abortivas modernas, tuvo que tener y criar. John representa a la humanidad en el mundo anterior a este, antes del mundo feliz. El resto de los personajes están conformes de cómo viven, salvo Bernard y Helholmtz. Estos, basándose en su propio instinto, hacen que se conviertan en rebeldes que quieren ir más allá de lo estándar, de lo ya establecido. Buscando la verdad de la humanidad ante una sociedad fría e insensible, donde las personas no sienten ni padecen donde su tiempo es como el polvo en el aire. Nada cuenta, nada vale. Su libertad, tiempo y cansancio no es más que algo con lo que soñar cada noche, un lugar donde estos se ven verdaderamente valorados por ellos mismos y por el resto del mundo.


En definitiva, todos están conformes y son felices, exceptuando a unos pocos Alfas. El mensaje de este libro es que, hasta en una sociedad en donde se ha impuesto social, química y fisiológicamente ser felices, siempre existen algunas personas que no lo consiguen, que no se sienten parte de esa civilización o no están conformes con su vida. Confirmando así, que la felicidad artificial no es posible para todos. La escritura de Aldous Huxley, alcanza momentos fluidos y sencillos, mezclados con otros más complejos. Alterna los pensamientos de unos personajes y otros, comparando de manera directa e indirecta las perspectivas de las diversas clases sociales existentes en ese mundo de plástico. Mientras que los Alfas son principalmente mentes infantiles en cuerpos de adultos, mostrándonos las facetas más infantiles e inmaduras de Bernard y John, que se asemejan más a nuestros criterios racionales de conducta. En algunos capítulos nos enseña su capacidad de saltar en el tiempo y lugar, de jugar con nuestro espacio-tiempo, además de demostrar que es capaz de saltar de una historia a otra en cuestión de una frase, que puede liarnos un poco, pero que consigue transmitir lo que debe, esa frenesí pretendida por el autor.


Al leer esta novela debemos de tener presente también el contexto histórico que vivía el autor al escribirla. Como cité anteriormente, este libro fue publicado en 1932. Un año que históricamente se encuentra situado en pleno periodo de entreguerras. Durante el mismo, se estaba llevando a cabo una Conferencia del Desarme de los países vencedores de la Primera Guerra Mundial -a excepción de EE.UU.- , tal y como habían acordado en el Tratado de Versalles y el Pacto de la Sociedad de Naciones. Gran Bretaña, país del autor de la novela, estaba entre esos Estados. Toda la sociedad en esta época apuntaba a un destino desastroso, y con avances tecnológicos cada vez más avanzados y más rápidos, pero también cada vez más desalmados.


Probablemente, debido a este contexto histórico-social en el que vivió Aldous Huxley, tuvo esa tendencia a crear en su libro una sociedad sin sentimientos, prácticamente sin alma, puesto que era lo que se vivía. Un periodo de grandes tensiones, países que desconfiaban los unos de los otros tras haber vivido la peor guerra de su historia, y aún así se encaminaban a la segunda. Los intentos de mantener la paz de la Sociedad de Naciones eran cada vez un mayor fracaso, comenzaban a aflorar los fascismos, provocando que Estados enteros rehusaran cada vez más de los extranjeros, llegando hasta el punto del nazismo. Visto desde este contexto, es una especulación sobre el futuro muy lógica, que además nos hace reflexionar sobre nuestra libertad aún hoy en día. Y hay que destacar también que el nombramiento de la técnica de desarrollo de los fetos que Aldous Huxley puso en Un Mundo Feliz, es lo conocido hoy en día como la fecundación in vitro, algo que en la década de 1930 era completamente impensable.


De esta forma, estamos ante una novela que cuestiona una gran cantidad de aspectos. Cuestiona la sociedad de antes, la de ahora y la que vendrá. La de antes, por el contexto que vivió Aldous Huxley ya mencionado; la de ahora, puesto que aún en nuestros días nos hace pensar en nuestra identidad, nos hace reflexionar sobre la verdadera felicidad, sobre nuestras metas en la vida, sobre la sociedad de la que formamos parte; y cuestiona la que vendrá, sí. Su libro se basa en unos 600 años después de escribirlo, aproximadamente en el año 2532, por lo que nuestro futuro también entra dentro de lo que plantea, y tampoco va desencaminado. Hoy en día ya existe la fecundación in vitro que en el libro se plantea, algo que, como ya señalé anteriormente, era impensable en 1932. Si este hecho se consideraba así, ¿modificar genéticamente para el control y la perfección de la especie es tan imposible como creemos? Es más posible de lo que creemos. Y es que actualmente ya se pueden hacer pequeñas modificaciones genéticas en el feto, como el cambio del color de ojos, por ejemplo.


Esta novela nos plantea si todos los avances científicos y tecnológicos que vemos como beneficiosos no se están convirtiendo en algo que acabará por transformarnos en personas felices, pero a la vez infelices. Porque es una felicidad inducida la de esta novela, es consumir una droga para no sentir nada más que felicidad. Ni amor, ni tristeza, ni miedo, ni angustia... Convertirnos en los seres humanos más deshumanizados de la historia. Realmente asusta, ya que parece más posible y peligroso de lo que pensamos. Esa ansia de jugar a ser dioses, de querer controlarlo todo, de buscar la felicidad a toda costa, puede ser más perjudicial de lo que esperamos.


Puede que no seamos eternamente felices, pero somos humanos. Sentimos, vivimos y somos libres. ¿El precio de la felicidad es nuestra humanidad? Si fuera tal y como nos cuenta esta novela, yo no lo compraría.

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